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Categoria: .Crítica Literaria.

Jean Giono: L’home que plantava arbres


L’home que plantava arbres és un llibre particular. En català, l’editorial “El cercle de Viena” en fa un magnífic treball: el text del francés Jean Giono ve afortunadament acompanyat de les il·lustracions de Francesc Viladot i epilogat per una reflexió salvadora del geògraf i naturalista Martí Boada.

El text està format per un paràgraf que calça 4 capítols o blocs (no numerats ni titulats) que conclouen en un altre paràgraf final que tanca l’estructura. En total mitja horeta tres quarts de lectura d’unes 70 paginetes que conformen una novel·la curta o potser més exactament una novel·la curta il·lustrada tot i que, en rigor, L’home que plantava arbres no passa de ser tot just una història: un relat, un relat breu.

La contraportada del llibre resumeix perfectament el relat:

“En una comarca erma i deshabitada de la Provença, un pastor solitari planta arbres, milers d’arbres. Aquesta és la història d’Elzéard Bouffier, un home de muntanya que, sense que ningú en sàpiga res, decideix transformar el paisatge que l’envolta. I mentre el país es debat en la Primera Guerra Mundial, i després la Segona, ell continua plantant arbres incansablement, fins a cobrir les muntanyes de verdor i canviar per sempre la vida de tots els habitants de la regió”

Aquest resum no amaga res. No hi ha racons, tant la història com el tractament del personatge principal Elzéard Bouffier són transparents: una d’aquelles històries que potser per la seva simplicitat arrelen en la memòria col·lectiva i van passant de generació en generació de lectors (des del 1953)

Resulta revelador les darreres línies del text que els editors aporten a la solapa:

“Quan li preguntaven sobre la història d’Elzéard Bouffier i la seva moativació a l’hora d’escriure-la, Giono sempre deia: M’agradaria fer estimar els arbres o, per ser més exactes, fer estimar el fet de plantar arbres”.

Només?. Sembla que no: No hi ha gaire més a afegir excepte que L’home que plantava arbres és el segon llibre més venut a França després del Petit Príncep. Pot ser ens manca un cert coneixement de la vida i obra de Jean Giono, o potser del sentir francés, que ens ajudi a contextualitzar adequadament la càrrega interior del seu Ezéard.

En qualsevol cas, una molt bona edició d’un molt breu text que probablement ens deixarà més aviat indiferents.

Si més no, sorprenent.


Fitxa tècnica

Jean Giono

L’home que plantava arbres.

Traducció d’isabel-Clara Simó.

Epíleg de Martí Boada.

Editorial “El cercle de Viena”, Barcelona 2008.
72 pàgines. 14,50 €


Altres lectures de L’home que plantava arbres:

http://amicsarbres.blogspot.com/2006/08/un-home-que-plantava-arbres.html

http://paraulesimots.blogspot.com/2008/09/lhome-que-plantava-arbres.html

Magnífic curtmetratage sobre el text de Giono
http://carmematas.blogspot.com/2008/03/lhome-que-plantava-arbres.html

Robert Walser: El paseo

De vez en cuando (muy de vez en cuando) cae en tus manos un libro de esos realmente especiales, un libro prácticamente desconocido en las librerías, un libro de un autor de los que no te suenan ni de casualidad…

De vez en cuando un libro te frena en seco, te sacude la mirada y te refresca las ideas.

Ése es el caso de un pequeño libro de la colección “Libros del Tiempo” de la editorial Siruela: EL PASEO, de Robert Walser, Madrid, 4ª edición, 2001. Traducción de Carlos Forteca.

De entrada uno recibe el libro con un cierto escepticismo… ¿quién será Robert Walser?, se le da un buen repaso, se le acaricia, se mesura la calidad del ejemplar, la credibilidad de la editorial, el año de publicación… se ojean las páginas, el tipo de papel, el tamaño de la letra… se leen las primeras líneas…

“Declaro que una hermosa mañana, ya no sé exactamentee a qué hora, como me vino en gana dar un paseo, me planté el sombreo en la cabeza, abandoné el cuarto de los escritos o de los espíritus, y bajé la escalera para salir a buen paso a la calle”

…y se guarda, se aparca en el rincón de los libros especiales porque, como todo el mundo sabe, para leer según qué libros se necesitan (según las personas) determinados estados de ánimo.

Días (semanas, meses o años) después, a saber por qué oscuros motivos, uno reconoce en su interior una incierta inquietud lectora bien diferente de la lectora sed de cada día… es entonces cuando, a saber por qué oscuros motivos, uno se acuerda al instante de éste o aquél libro que no se sabe cuánto tiempo hace que nos espera.

Sólo en estos momentos cabe acometer la lectura de “El paseo” y claro… se trata de apenas 70 páginas que se leen en un suspiro y se digieren (quien no me crea que lo pruebe) con una relajante sonrisa.

¿y de qué va la “cosa”?

Pues sencillo. Tal como queda “declarado” en las primeras líneas del libro y tal como reza el mismo título, se trata ni más ni menos que de un paseo que tan ricamente se da el señor Walser (para más información poeta) por su pueblo, en algún lugar de Suiza, un día cualquiera a media mañana.

La lectura és cuando menos relajada o mejor dicho relajante. Uno se ve arrastrado por la tranquilidad (evito términos como espiritualidad) por la paz de la narración, por el estado “romántico-extravagante” en el que se reconoce el propio Walser…

“El mundo matinal que se extendía ante mis ojos me parecía tan bello como si lo viera por primera vez”

Pero Alto!… ¿en qué año, en qué mítica época se dio el señor Walser semejante paseo? Se atiende entonces, una vez más, a los datos de edición del libro y se topa uno con la fecha: 1917 !!! En plena Primera Guerra Mundial !! En los incios de la Revolución Rusa !!

Europa se bate en armas y Walser pasea “romántico y extravagante” disfrutando hasta de su propia sombra.

¿Frívolo?

“Desde la superficie, me precipité a la fabulosa profundidad que en ese momento reconocía como el Bien. Aquello que entendemos y amamos nos entiende y nos ama también”

¿Trivial?

“Yo ya no era yo, era otro, y precisamente por eso era otra vez yo. A la dulce luz del amor, reconocí o creí deber reconocer que quizá el hombre interior sea el único que en verdad existe”

En absoluto.
En el contemplar del paseante cabe toda una filosofía de la percepción:
“Su cuidadosa mirada tiene que vagar y deslizarse por doquier, desinteresada y carente de egoísmo; tiene que ser siempre capaz de disolverse en la observación y percepción de las cosas, y ha de postergarse, menospreciarse y olvidarse de sí mismo, sus quejas, necesidades, carencias, privaciones…”

Probablemente uno de los secretos de “El paseo” sea lo contagioso de su tono. En apenas unas líneas nuestra lectura se tiñe de esa inefable lógica optimista o alegre esgrimida por el autor, que nos hace reconocer y participar de ese peculiarcísimo estado de ánimo.

La magia de “El paseo” es ese contemplar puro, esa conciencia de poeta valientemente defendida por encima de las exigencias sociales y sobre todo esa voz límpida hasta lo absoluto.

A riesgo de abusar de las citas prestadas del libro, no puedo sino terminar este breve paseo por “El paseo” con otro de sus párrafos, con todo un arrebato (permítaseme expresarlo así) de lucidez realista, con un jirón de naturalleza humana:

“A veces ando errante en la niebla y en mil vacilaciones y confusiones, y a menudo me siento miserablemente abandonado. Pero pienso que es bello luchar. Un hombre no se siente orgulloso de las alegrías y del placer. En el fondo lo único que da orgullo y alegría al espíritu son los esfuerzos superados con bravura y los sufrimientos soportados con paciencia. Pero no gusta derrochar palabras a este respecto. ¿Qué hombre honrado ha mantenido por completo intactos a lo largo de los años sus esperanzas, planes, sueños? ¿Dónde está el alma cuyos anhelos, osados deseos, dulces y elevadas concepciones de la felicidad se cumplieron, sin tener que hacer descuentos en ellas?

Ramiro T.