Finales del siglo XVII, primeros del XIX.
La cultura europea, tambaleándose tras la Revolución Francesa, experimenta el irreversible giro kantiano…
Las estructuras feudales han caído, los poderes divinos son duramente cuestionados, la ilustración ensalza la razón, el idealismo hegeliano busca el Absoluto….
En medio de esta Europa socialmente desestructurada pero culturamente exultante, nace en el seno de una família de militares, el dramaturgo Heinrich von Kleist.
¿Quién había oído hablar antes de ahora de este dramaturgo prusiano?
¿Alguno de vosotros había leído alguna vez a von Kleist?
No. Y es que Kleist es uno de aquellos autores que uno no elige, se leen… y ya está… pasan a formar parte de ese bagaje oscuro de autores que olvidamos para siempre y que sin embargo fundamentan la literatura europea tal y como hoy la conocemos.
La editorial Destino publicó en 2001 “La marquesa d’O i altres narracions”. Una edición no especialmetne afortunada pero que pone a disposición, en lengua catalana, las narraciones más reconocidas de von Kleist.. que no es poco…
Bien.
La primera advertencia al respecto de “La marquesa de O” es que no se trata de una narración erótica.
La segunda, que no se trata de una lectura amena.
La tercera, que para asimilar la “substancia” de la obra uno ha de tener una predisposición a prueba de filósofos alemanes…
Hechas las advertencias… descendamos…
“La marquesa de O” explica una historia cuando menos curiosa.
De buenas a primeras en el diario de una ciudad del Norte de Italia aprece un anuncio en la sección de clasificados.. una mujer, una marquesa!, la marquesa de O solicita al padre del hijo que está esperando que se le peresente !!
El inicio induce a la incredulidad: la marqueasa de O, viuda, madre de dos criaturas, está de nuevo embarazada e ignora no sólo quién es el padre sino cómo ha sido posible el engendro ya que ella tiene la “conciencia limpia”….
Claro… se necesitan más pistas… Tres años atrás el ejército ruso toma la ciudadela que defiende el padre de la marquesa. A media batalla un grupo de soldados ataca a la marquesa pero un valiente coronel ruso castiga a los necios soldados y acompaña a la marquesa hasta sus aposentos. El absurdo qeuda disfrazado… el militar que está destruyendo su ciudad la salva y es visto por la noble marquesa como un ángel…
La batalla termina, el padre de la marquesa entrega la ciudadela al ángel salvador en un acto cívico hasta la vergüenza,y sin poder reencontrarse con la dama rescatada de las garras de los infames, debe partir.
Al poco llegan noticias de la presunta muerte en combate del coronel que, sin embargo, más adelante “resucita” y se presenta ante la honorable família con el firme propósito de casarse con una mujer, la marquesa,que apenas ha conocido durante cinco minutos…
Contra su voluntad, obligado por los deseos de la familia parte de nuevo en cumplimiento de sus funciones militares, con la promesa de que la marquesa no se casará con ningún otro durante su ausencia y con el firme propósito de regresar en cuanto consiga deshacerse de sus compromisos, el coronel, cada vez menos angelado, parte.
Durante su ausencia el embarazo de la marquesa se hace notorio y desemboca en su expulsión de la familia. El deshonor inflingido a la dinastía no puede ser resarcido.
La situación para la marquesa es poco menos que kafkiana. Ella está absolutamente convencida de que no ha conocido varón, pero está embarazada. Pregunta por las posibles causas, divinas o temporales, pero las respuestas son obvias…
¿cómo es posible?
De la incomprensión a la locura, un suspiro..
Kleist apenas ha sugerido, si el lector ha estado avispado, que el angel salvador aprovecha un aristócrata desvanecimiento de la marquesa tras el rescate para violarla y, vaya por dios, dejarla embarazada.
Bueno, hasta aqui una historia más o menos curiosa, más o menos interesante pero finlamente irrelevante.
Las situaciones y los diálogos son tan inverosímiles que rozan la caricatura.
Salta a la visat que Kleist, en realidad, no pretende explicar la historia de la marquesa de O. Los avatares de una mujer que está embarazada contra natura son una excusa para dejar constancia de su personal concepción del mundo… pero… ¿cual es esa concepción?
Heinrich von Kleist muere como un romántico (en 1811 se suicida junto a su amante), pero no es un romántico. Le mueve la lucha entre el destino general (¿el determinismo?) y el destino individual, le mueve un amor tan tan inconmensurable que se torna animal, que momentáneamente (¿cuánto dura la violación?) se deshumaniza… o quizá con la violación ese amor inmenso hasta inhumano se deifica…. Kleist deja ambas opciones abiertas… y esa apertura de lectura le aparta de los románticos e incluso del idealismo de su contemporáneo Goethe…
Kleist lucha contra la razón que no alcanza a ver lo que se esconde tras los sentidos… la razón, parece decirnos, es como el “fenomen” pero lo que es, el “noumen”, tan sólo se alcanza con un (ay) acto de fe, en el caso de la narración, confiando en la palabra de la marquesa a pesar de su absoluta inverosimilitud.
Y bien, si la lectura de Kleist ya requiera toda la atención posible por parte del lector… ¿cómo sería trasladarlo a la gran pantalla?
¿y quien se atrevería?
La pregunta ya es tendenciosa… Eric Romher.
A posterior todo encaja. Sólo un director que haya defendido la Nouvelle Vauge puede atreverse con Kleist. Y claro, ahí Romher.
En 1976 se estrenó “LA marquesa de O” del director Eric Romher.
Romher crea una película perfecta en el sentido de “per-fectus”, acabada, redonda, justa.
El planteamiento parece sencillo, se trata de registra mediante imágenes, con el máximo de fidelidad posible, las ideas que el autor plasma en la obra. Y ahí el intento.
Kleist escribe una obra conceptual en la que la realidad que acoge los personajes es de “cartón-piedra”, es teatral, falaz, frágil, inverosímil… los diálogos son increíbles hasta el surrealismo (sic), lo que importa no es una guerra de mentirijillas que apenas modifica el día a día de los personajes, lo que importa es esa lucha entre lo que no puede ser y sin poder serlo, es.
Y ahí llega Romher, sobrado de maestría que construye una representación fílmica tal cual. Así es el libro, así es la película.
Un lector, un espectador contemporáneo (ayer fui a ver a Brat Pitt interpretando a un Aquiles enfuriñado hasta con su sombra en Troya….) que se acerque a “la marquesa de O”, libro o film, sin saber a qué se acerca, a buen seguro que se topará con una obra lenta, aburrida, falsa y mal interpretada. Y efectivamente eso es lo que Rohmer rueda porque eso es lo que Kleist escribe para transmitir lo que intenta transmitir.
Y así es, la guerra que pinta Romher (porque toda la película parece una obra de Goya) es irreal y bucólica, el intento de violación ingenuo y casi infantil, el rescate de la dama de manual: contrapicado con iluminación de oscuro a claro enfocando al angel violador.
Látima que el héroe parezca puesto ahí como si anunciando el poder de un producto quitamanchas…
Y claro, los actores interpretan Kleist y aprecen acartonados como principiantes, como si fueran aficionados en su primera obra de teatro importante….
Es curiosísimo el método con el que Romher marca los saltos temporales. !976 y usa fundidos en negro en los que carga carteles con texto al más puro estilo del cine mudo.
“La marquesa de O” de Romher es una particularísima adaptación de un texto literario a la gran pantalla, un intento de máxima e incomprensible fidelidad al autor del texto, de respetar al máximo las ideas que el autor literario pretendía expresar…
Por supuesto, uno no pude dejar de cuestionar la filosofia de la Nouvelle Vauge… ¿es que el director de cine no es también un creador?
Quizá haya que esperar a “La inglesa y el duque” para obtener una respuesta del mismo Romher…
Ramiro T.