Cuando yo era pequeña, el mundo era maravillsamente tranquilizador, me imaginaba como Cenicienta o Piel de Asno, y daba por sentado el triunfo del los buenos sobre los malos, el renacer de las huérfanas como princesas y la metamorfosis de los patitos feos en graciosos cisnes. Uno podía ser pobre y sufrir malos tratos por parte de una madrastra, pero algo de ingenio, virtud y algunas hadas salvaban siempre al situación. BAstaba con desconfiar de los lobos, dar las gracias a enanos y cazadores, mirar más allá de las bestiales apariencias para descubrir un príncipe disfrazado, y el truco había funcionado.
Minh Trao Huy
La princesa y el Pescador
Ed. La otra orilla. Grupo Norma Editorial. Barcelona 2008
Prólogo de Enrique Vila-Matas
Traducción de Manuel Serrat Crespo